martes, 12 de octubre de 2010

¿Qué significa entrenar?

“En lugar de considerar el combate tal como es, la mayoría de los sistemas del arte marcial acumulan un «desorden fantasioso» que distorsiona y agarrota a sus practicantes y les distrae de la verdadera realidad del combate, que es simple y directa.
En lugar de ir inmediatamente al corazón de las cosas, se practican ritualmente formas muy floridas (desesperación organizada) y técnicas artificiales para simular un combate real. Así pues, en lugar de «estar» en el combate, dichos practicantes están haciendo algo «sobre el combate». Aun peor, un sobrepoder mental y algo espiritual por aquí y espiritual por allá son incorporados desesperadamente hasta que estos practicantes marchan a la deriva, cada vez mas lejos hacia el misterio y la abstracción. Todas estas cosas son intentos fútiles de parar y fijar los movimientos siempre cambiantes en el combate y de diseccionar y analizarlos como a un cadáver. (…)
Los estilistas, en lugar de mirar directamente al hecho, se agarran a las formas (teorías) y siguen enredándose a si mismos mas y mas, cayendo finalmente en una trampa inextricable”.
Bruce Lee

¿Qué significa entrenar?

Redefinir los términos de un viejo debate
Me decidí a actualizar el blog después de haberlo dejado de lado por muchos meses. Esta vez quiero trazar una reflexión sobre la naturaleza del entrenamiento de combate considerado en general. ¿Qué significa entrenar? Las frases del Bruce Lee citadas arriba forman parte de su inteligente crítica a las artes marciales tradicionales. Los practicantes de estilos tradicionales, sostiene Lee, se dedican a demorar infinitamente aquello a lo que, empero, dicen dirigirse: el combate. Pierden el tiempo con floridas formas y vistosos movimientos acrobáticos que carecen e aplicación combativa factible. Cuando se les pregunta por qué se comportan de ese modo en apariencia irracional, responden que están dando un rodeo: “obviamente, dicen, no voy a usar en una pelea los movimientos que hago en la forma, pero con esos movimientos estoy desarrollando mi alineación postural (o mi autoconciencia o mi chi o lo que sea), y ello me será de gran utilidad en el combate”. El entrenamiento marcial, entonces, sería un rodeo, pero un rodeo eficaz, pues permitiría cumplir con el objetivo propuesto (pelear mejor), demorando la consumación del objetivo mismo (haciendo formas, o lo que sea, en lugar de pelear).
Bruce Lee, lapidario, no cree en esa teoría del rodeo y descarta taxativamente los dudosos métodos de entrenamiento tradicionales, instándonos a ir directamente a la cosa misma de la que queremos ocuparnos, el combate. El combate, dice, es simple, directo y fluido, de manera que la práctica repetitiva de patrones de movimiento rígidos no nos prepara para enfrentarnos a él. La hipertrofia teórica, el conspicuo aparato de concepciones berretas -entre pseudofilosóficas y pseudocientíficas- con que los maestros de artes marciales suelen embotar las cabezas de sus alumnos empeora aún más las cosas. Los practicantes que se rodean de justificaciones demasiado elaboradas sobre sus estilos o métodos de entrenamiento tienden a reconcentrarse en sus propias fantasías sobre lo que debe ser una pelea en lugar de experimentar directamente el combate, que consiste precisamente en el encuentro no previsible con el cuerpo de otro. Las críticas de Bruce Lee a algunos métodos tradicionales de práctica, entonces, son interesantes y están justificadas en la medida en que nos instan a abandonar la práctica de lo innecesariamente florido, acrobático y abstruso para concentrarnos en ser prácticos y realistas, adaptándonos a la simplicidad y fluidez del combate.
Hay, sin embargo, un punto ciego en las afirmaciones de Bruce Lee. Entrenar es siempre dar un rodeo para llegar al fin que uno se propone. Esto podemos entenderlo simplemente prestando atención a cómo usamos las palabras: la diferencia entre jugar al fútbol y entrenar fútbol radica en que en este segundo caso no nos limitamos a armar partidos, sino que hacemos otras actividades (correr, hacer piques, esquivar conos, tirar al arco) que mejoren nuestro desempeño a la hora del partido. Y lo mismo vale para el entrenamiento de combate. Hacer un entrenamiento de combate no es sólo pelear, es darse una preparación general para pelear. Entrenar una actividad es demorar la llegada de la actividad misma, es llegar a realizar esa actividad dando un rodeo por otras tareas preparatorias.
Así, el debate de Bruce Lee con las artes marciales debe ser replanteado. Evidentemente, ir directamente a las cosas mismas no sería lo más eficiente para pelear mejor. Tal cosa consistiría en reemplazar el entrenamiento por largas sesiones de combate, sin ejercicios previos ni preparación física. Eso produciría, evidentemente, algunos resultados favorables (efectivamente pelearíamos mejor), pero no arrojaría los mejores resultados posibles en una cantidad de tiempo dada. Vamos a llegar a ser mejores peleadores si, en lugar de pelear todo el tiempo, realizamos una demora organizada del combate, o sea, un programa de entrenamiento. Ahora bien, ¿cómo organizar un programa de entrenamiento que no sea “desesperación organizada”? ¿Cómo distinguir un rodeo que nos lleve a nuestro objetivo de uno que nos aleje de él?
El entrenamiento por desarrollo de habilidades
Mi profesor, Jerónimo, suele decir. “Pregúntese si lo que hace no va en contra de lo que desea”. Esa es la pregunta clave del entrenamiento de artes marciales, deportes de combate y, probablemente, de la vida en general. No se trata de caer en un exitismo desenfrenado ni de controlar exhaustivamente todos los actos particulares de la propia vida como si debieran responder a una rígida lógica de medios-fines. Se trata, más simplemente, de no comportarse de modo irracional, de detenerse a preguntarse, cada tanto, si lo que hacemos guarda relación con lo que nos proponemos hacer o si estamos haciéndolo simplemente por hábito, inercia, ignorancia o indolencia. Dado que acá estamos hablando de artes de combate, vamos a asumir que lo que queremos hacer cuando entrenamos es aprender a pelear mejor. Esto no significa que entrenemos para la “defensa personal” (algo que tiene poco sentido en la época de las armas de destrucción masiva). Podemos entrenar por el solo placer de hacerlo, porque nos gusta pelear. Eso es seguramente mucho más interesante y divertido que hacerlo para un fin exterior, como la autodefensa o incluso la salud. Aprender a pelear lleva mucho tiempo y esfuerzo, y quien no disfruta del proceso mismo de la práctica y el aprendizaje difícilmente esté, a la larga, dispuesto a dedicarles todo ese tiempo y ese esfuerzo necesarios. Sin embargo, si entrenamos un estilo de combate lo razonable es que aspiremos a mejorar, con ello, nuestras habilidades de combate, lo mismo que si nos dedicamos al ajedrez es razonable que aspiremos a jugar mejor cada vez, por más que no tengamos una mentalidad competitiva y no persigamos un fin exterior (como ganar torneos). Jugar puede ser un fin en sí, y la victoria puede no importarnos, pero no por eso dejamos de poner empeño en conseguir la victoria, porque de lo contrario el juego no se movería. Además, el placer de realizar una actividad va de la mano, usualmente, del placer de perfeccionarse en su realización, ampliando cada vez la frontera de lo que somos capaces de hacer. Así, si entrenamos un estilo de combate, entendemos que aspiramos a pelear mejor, con lo cual dejamos de lado otros fines posibles -como honrar al estilo, seguir una tradición, etc.-, fines eventualmente dignos y válidos pero que desde nuestro punto de vista constituirían distracciones.
Aprender a pelear supone desarrollar habilidades de combate. Un programa de entrenamiento de combate debe ser pues, un programa de desarrollo de habilidades. Esta idea es simple y casi obvia, pero no siempre se le presta atención. Muchos maestros y practicantes creen que aprender un arte de combate significa primordialmente aprender técnicas de combate. La técnica es un aspecto del aprendizaje combativo, y uno muy importante, pero no es el único ni el primario. La técnica se relaciona con el dominio del propio cuerpo, con la adquisición de algunos gestos diseñados especialmente para combatir. En una pelea, empero, no basta con tener un buen dominio del propio cuerpo, sino que hay que tener además capacidad para enfrentar globalmente la situación, que incluye los movimientos imprevisibles del rival. Concentrarse en la repetición del gesto técnico menospreciando las demás habilidades es soslayar que el combate, a diferencia de la danza o la gimnasia, implica un encuentro con la resistencia del otro.
Las habilidades que nos interesa desarrollar son: velocidad, fuerza, potencia, resistencia cardiovascular y muscular, coordinación (general y específica), reflejos, timing, precisión, manejo de la distancia, control del stress. Las primeras cinco habilidades componen lo que en general llamamos preparación física, y se desarrollan tanto en la práctica combativa como en instancias del entrenamiento dedicadas específicamente a ejercicios gimnásticos, que son comunes a otros deportes. Según cuál sea nuestro objetivo (competir en niveles de alto rendimiento, competir en niveles amateur o simplemente estar en forma) vamos a dedicar diferentes cantidades de tiempo a la preparación física y vamos a secuenciarla de modo más o menos preciso (buscando una preparación más bien generalista o siguiendo objetivos puntuales -como desarrollar fuerza, resistencia, etc.-).
La coordinación general tiene que ver con nuestra capacidad para conjugar, simultánea o sucesivamente, distintos patrones de movimiento. La coordinación específica es la habilidad para conjugar los patrones de movimiento específicos de nuestro arte de combate, o sea la técnica. Lar artes marciales y los deportes de combate conllevan una gran demanda coordinativa. El modo más básico y más común de desarrollar la técnica consiste en repetir los movimientos a aprender una y otra vez, puliendo en cada caso los detalles, hasta llegar a incorporarlos de modo cómodo y fluido.
Las demás habilidades se relacionan más peculiarmente con la capacidad de combate. La primera y principal es el control del stress: por hábiles, rápidos o fuertes que seamos, no vamos a llegar a ningún lado en una pelea si no manejamos el stress que implica dar y recibir golpes. El manejo de la distancia y los tiempos, los reflejos y la precisión también son importantes, y a menudo definitorias, para enfrentar un combate.
Entonces, ¿cómo organizar el entrenamiento de forma no desesperada? ¿cómo saber si lo que estamos haciendo no va en contra de lo que deseamos? La manera más simple es entrenar siguiendo un programa de desarrollo de habilidades armónico y global, que no privilegie demasiado algunas capacidades en desmedro de otras. Esto supone, evidentemente, la práctica asidua del sparring. El sparring de alta intensidad no es, con todo, el mejor momento para desarrollar habilidades nuevas, ya que supone un nivel de stress y exigencia tales que difícilmente nos permita experimentar con nuevas capacidades. El sparring es la instancia de articulación y síntesis de habilidades adquiridas en otras instancias del entrenamiento. Es preciso, entonces, hacer otros ejercicios menos globales, que persigan fines específicos.
Los drills técnicos son ejercicios coordinativos útiles para los principiantes. Consisten en repetir un mismo gesto hasta adquirirlo. Para los practicantes avanzados es más interesante practicar combinaciones en forma de drills en lugar de repetir técnicas sueltas, porque así lograrán desarrollar una mayor fluidez al encadenar golpes. A veces, sin embargo, puede ser útil segmentar la práctica incluso a unidades menores a una técnica completa. Por ejemplo, dedicar algún tiempo sólo a la preparación de una patada compleja (como la lateral) puede ser bastante útil.
Las demás habilidades se pueden entrenar en ejercicios precombativos o de sparring limitado. Estos ejercicios consisten en pelear con algunas reglas adicionales restrictivas que obliguen a los practicantes a adquirir habilidades puntuales. Por ejemplo, el sparring de puños al pecho sin protecciones es muy útil para acostumbrarse al contacto de los nudillos, forjar el control del stress y aprender a cerrar correctamente las manos. Es un caso de sparring controlado porque implica dos reglas especiales: la exclusión del puño a la cara (además de evitar patear, cerrar la pelea en el clinch, etc.) y la exigencia de plantear un combate franco, en lugar de retroceder mucho o evitar el enfrentamiento.
Asimismo, es muy útil para desarrollar reflejos forzar a uno de los practicantes a defenderse de los ataques del rival sin poder a su vez atacar. Este ejercicio es también fructuoso para desarrollar habilidades de contragolpe.
Las posibilidades del sparring controlado son infinitas. Se lo puede emplear para practicar cualquier aspecto del combate que a uno le interese privilegiar. Luego, el sparring libre debe practicarse como instancia de articulación y puesta a prueba de las habilidades adquiridas de forma fragmentaria.
El aprendizaje por conceptos y los ejercicios funcionales
Voy a cerrar este post con dos ideas finales. Primero, el aprendizaje será siempre más rico para el practicante si éste logra entenderlo. Hacer cosas arbitrariamente, sólo porque al coach o al maestro se le ocurre, lleva a menudo a no poner el énfasis en donde es necesario ponerlo. Por ejemplo, en los ejercicios precombativos es contraproducente buscar “ganar” la pelea. Si busca ganar, el practicante tratará de llevar el ejercicio a un lugar donde se sienta cómodo. Por ejemplo, si no está acostumbrado a recibir puños en el pecho sin guantes es probable que plantee un combate especulativo y en retroceso. Así, se privará de adquirir las habilidades que puede proveerle el ejercicio, lo que supone precisamente que se plante a dar y recibir sin importar que le duela o que su rival lo supere y sienta que “pierde”. Si el coach explica esto a los estudiantes es más factible que, comprendiendo los fines del ejercicio, le saquen todo el jugo posible. Un buen maestro de artes de combate, entonces, es aquél que se pregunta “¿Qué concepto estamos aprendiendo hoy?” y transmite la respuesta a sus estudiantes.
El aprendizaje por conceptos es más amplio, más flexible, y a la vez más detallado y preciso que el aprendizaje por técnicas. Aprender técnicas es muy limitado, pues no permite considerar globalmente la situación de combate. Al aprender por conceptos, podemos considerar aspectos más amplios de esa situación (siguiendo con nuestro ejemplo del combate de puños al pecho sin protecciones, estamos considerando el aspecto de exposición al stress y capacidad para sobrepujarla). Todo entrenamiento implica una necesaria fragmentación de la experiencia de combate, pero la fragmentación por técnicas es mucho más pobre y sesgada que la fragmentación por conceptos. Un concepto puede describir una citación de combate (por ejemplo: tengo un rival más bajo y muy agresivo y debo lograr mantenerlo a distancia). Pero, a la vez, un concepto puede ser más detallado que una técnica (un concepto puede referirse a la correcta preparación de la patada lateral). Aprender a pelear no es aprender técnicas y luego ensamblarlas en una pelea, es adquirir habilidades de combate complejas. El concepto de una práctica debe compendiar las habilidades que en ese caso particular se pretende desarrollar.
La práctica razonable, además, debe ser funcional. Esto significa que debe poder justificarse a la luz de las habilidades que uno pretende desarrollar. Ahora volvemos a Bruce Lee. Practicar formas es en verdad muy poco funcional, no porque constituya un rodeo para la práctica de combate, sino porque es un rodeo inútil o muy poco útil. Si, durante el tiempo que pasamos haciendo formas, le pegamos a la bolsa o levantamos pesas, probablemente logremos mejores resultados. ¿Por qué? Porque las formas no permiten desarrollar habilidades combativas, ni siquiera las habilidades básicas del dominio de la técnica. Las formas son demasiado estilizadas para constituir un aprendizaje técnico. Hacer sombra, lo que incluye tirar rápidas combinaciones y moverse más o menos como en una pelea, es probablemente más eficientes. Ejercicios eficientes son no sólo los que logran un fin propuesto, sino los que además lo logran con cierto “ahorro de medios”, esto es, aprovechando nuestro tiempo de entrenamiento.
¿Nos proponemos entrenar mejor? Entonces preguntémonos dos cosas: ¿lo que hacemos va en contra de lo que deseamos? Y ¿qué conceptos pretendemos aprender hoy? Esas dos preguntas son la guía fundamental de un buen programa de desarrollo de habilidades.
(Por cierto, recomiendo enfáticamente que visiten el blog de Ezequiel Mas de academia Kaeshi y el blog de Jerónimo en la web de San ti. Pueden encontrarlos en la sección de Links de este blog).

jueves, 28 de enero de 2010

Pequeño estudio sobre el swing

Aprovecho las vacaciones para actualizar el blog después de un prolongado impasse. En esta ocasión, les presento unas breves reflexiones sobre uno de los golpes de puño menos efectivos que existen, el gancho boleado o swing. Debo los fundamentos de todas estas ideas al genial Jerónimo Milo y su revista, San Ti (para este tema en particular es importante el nº 5), y a mis queridos compañeros del foro de artes marciales TT. Las respectivas webs:
http://www.centrosanti.com.ar/
http://www.centrosanti.com.ar/Magazine/magazine.htm
http://www.talibanteam.tk/

La diferencia entre swing y overhand
Bueno, vamos a las cosas mismas o, como corresponde en este contexto, a los bifes. A menudo se utiliza el término "overhand" de manera excesivamente específica, para referirse exclusivamente a un golpe curvo de gran amplitud que se prepara por encima de la cabeza e impacta sobre el rival en un ángulo de 45º. Aquí vemos Chuck Lidell mostrando el golpe al que me refiero:



Las definiciones son convencionales, pero me parece más útil llamar a eso que hace Lidell swing. El swing es un caso particular de overhand, no el único. Overhand es genéricamente todo golpe que busque, mediante una elevación del codo, pasar por encima de la guardia del rival en lugar de por el medio. Esto incluye pegar por encima del hombro o colándose por la pequeña "v de la muerte" que se forma entre el brazo y el antebrazo. Lo contrario de una overhand es un golpe directo, que normalmente busca conectar abriéndose paso por entre los dos brazos del rival y no lleva una elevación del codo. La overhand tiene por fuerza una trayectoria descendente, mientras que los golpes directos suelen ser paralelos al piso o ascendentes.
Un golpe recto normalmente es también directo. No necesitan ver un video de un recto directo para saber qué es porque resulta obvio. Pero también puede haber una overhand recta. Ejemplo (lamentablemente no se puede insertar):
http://www.youtube.com/watch?v=lK8hKPKoc-o
La trayectoria del golpe es rectilínea, no curva. Sin embargo, hay un movimiento preparatorio: se levanta el hombro antes de descargar el golpe. Esto le da una dirección descendente a todo el movimiento, que permite que el golpe pase por fuera de la guardia (como ya dije, por encima del hombro o por la v de la muerte). Se trata de una overhand recta.
Ahora pasemos al gancho. Un gancho técnicamente correcto carece de todo contra-movimiento previo a la acción. Es un golpe curvo que sale de la guardia y sin abrirse hacia atrás o el costado se dirige en forma oblicua hacia el rival. se distingue del recto por su trayectoria circular (y no por poseer una apertura previa). Acá ven un ejemplo:
http://www.youtube.com/watch?v=Yg3t5Dw4HjE
El gancho puede pasar por dentro de la guardia (aunque es un poco difícil y generalmente implica una salida lateral). También puede venir con una elevación del codo que lo hace descendente, pero que no implica una apertura de gran amplitud. En este segundo caso es un gancho-overhand, pero no un swing. Acá tienen un video que muestra excelentemente las versiones descendente y ascendente del gancho (esta última constituye un ejemplo de gancho directo, que va por dentro de la guardia):

Como ven, puede lanzarse un gancho descendente corto, que no aleja la mano del brazo o la aleja muy poco. Ese gancho no llega a ser un swing, es un "gancho puro" -o casi-. (Para una explicación de este concepto lean el libro del maestro de maestros, Jack Dempsey, o el nº 5 de San Ti). En otras palabras: el gancho descendente no se aleja lateralmente del blanco para luego entrar en la trayectoria de impacto, sino que sale ya moviéndose hacia él. Si se desvía, lo hace un poco y hacia arriba, no hacia el costado. Así, no implica una total apertura de la guardia.
Recapitulando, tenemos tres clases de overhands: la overhand recta, la overhand en gancho y el swing. Todas tienen en común que se lanzan con una elevación del codo y buscan escurrirse por encima y afuera de la guardia. La overhand recta, además, tiene una trayectoria rectilínea. La overhand en gancho, una trayectoria circular, pero no una apertura de gran amplitud.
El swing, finalmente, es una overhand curva y de gran amplitud. Como se ve en el video de Lidell al comienzo de esta entrada, un swing supone una larga preparación previa a la acción. En el swing se lleva la mano hacia el costado, abriendo la guardia, mientras se la eleva para finalmente lanzarla hacia abajo sobre el rival. La potencia de este golpe sale principalmente de la inercia que levanta por su larguísimo recorrido.

Sobre la efectividad del swing
La dura y fría realidad es que los golpes de gran amplitud prácticamente no se usan en boxeo. El swing es propio de un boxeo "zapallero" y técnicamente mediocre. Básicamente, es casi imposible embocar con un swing a un boxeador con los reflejos afilados y que está concentrado casi únicamente en tus manos. Dempsey dice al respecto que si tu contrincante es lo bastante malo como para comerse un swing, le podés ganar tranquilamente con rectos y ganchos puros. O sea que el swing, allí donde es factible, resulta innecesario. Y allí donde sería necesario (donde los demás golpes no te están resultando) es improbable que logres conectarlo con éxito (si tu rival no se come un gancho puro, difícilmente le entres con tamaño boleado). Además, los golpes amplios tienen la desventaja de que descubren mucho tu guardia, dejándote a merced de los directos y ganchos más veloces de tu oponente.
En Kick Boxing o MMA este tipo de golpe es más factible por una razón: el rival se tiene que concentrar en otras cosas (patadas, lances) y, si tenés buen timing, lo podés agarrar medio desprevenido y embocarlo. Además de Chuck Lidell, Mike Zambidis e Igor Vovchanchin dominan muy bien esa técnica.
A mi ver, el modo más seguro de tirar un swing consiste en acompañarlo con un quiebre de cintura simultáneo o previo que vaya en la misma dirección de la mano. Esto resulta biomecánicamente incorrecto: tu peso va por delante del golpe, no por atrás, lo que le resta potencia. Pero con el recorrido amplio y la inercia del cintureo previo se suple la carencia en la alineación postural, alcanzádose de todos modos un golpe muy vigoroso.
Mi veredicto es que el swing puede aplicarse en un combate, como todas las demás cosas raras ("cosa rara" es -excluyendo lances- todo lo que se salga de golpes de puño básicos y patadas bajas). Ocurre lo mismo (saliendo del boxeo) con la patada en gancho, el rodillazo volador, el codo descendente con salto, la roll kick, etc. Todas esas técnicas son efectivas si se las entrena lo suficiente y se les cala el timing. Pero, sobre todo, no se puede hacer de esas herramientas la base de una estrategia de pelea. Nadie sale a combatir tirando swings. Se sale a pelear tirando rectos y ganchos. Y se usa el swing sólo si aparece una oportunidad. Se puede ganar una pelea sin tirar un solo swing, pero no sin tirar un recto de izquierda. En un round se arrojan al menos 40 rectos de izquierda, y a lo sumo 5 o 6 swings. Como toda técnica rara, puede usarse para sorprender al rival y dejarlo repentinamente fuera de combate. Pero no puede ser la técnica básica de una estrategia razonable.